Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 23 de noviembre de 2017

166) Genocentrismo XX


Genocentrismo XX.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (23/11/17).



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*Los ‘scholars’ discuten ahora si los textos dichos de Zarathushtra (los Gâthâs) tratan únicamente de una reforma del ritual –del ‘sacrificio’ (Kellens, Skjaervo, Cantera…)–, que pretendía ser más eficaz que el antiguo (íntimamente relacionado con el védico contemporáneo y rival). Que tanto la libertad de elección (ante el doble camino) como la triada ‘buenos pensamientos, buenas palabras y buenos actos’ hay que referirlos a la eficacia del acto sacrificial, y no a la conducta en general (al ‘éthos’). Que el conflicto es, simplemente, una lucha entre ‘colegios’ (familias) y ‘fórmulas’ (‘mantras’) sacerdotales.
También se habla de una lucha por el poder entre sacerdotes y guerreros (Lincoln).  Esto es más coherente. Tal lucha se dio en el mundo védico (en su periodo final) y tuvo como resultado el triunfo de los sacerdotes. La literatura post-védica es claramente sacerdotal –el ‘éthos’ épico o bélico de los guerreros (los kshatrias) se subordina al discurso de los sacerdotes (los brahmanes). Esto es así. Guerreros y sacerdotes siempre han competido por el poder. Los violentos y los astutos.
Lo que encontramos en la antigüedad es la alianza, la complicidad entre los sacerdotes y los guerreros –entre los astutos y los violentos– en vistas al poder. Se consideraron a sí mismos como ‘gemelos’ que mutuamente se reforzaban –la casta de los sacerdotes y la casta de los monarcas-guerreros (la realeza). Fue durante milenios el ‘sistema de poder’ prevalente. Este estado de cosas ha perdurado hasta la entrada en nuestros días del poder económico (el ‘capital’) –es un ‘tercero’. El poder económico ahora se alía con el poder ideológico (religioso o político) y el poder ‘militar’. Ésta es la novedad en cuanto a ‘sistemas de poder’.
En cualquier caso, vuelven a ser los astutos y los violentos los que detentan el poder –los pilotos, los conductores de la nave. Poder económico, poder ideológico (religioso o político), poder bélico. La triple alianza, que no deja de ser una doble alianza, pues los astutos están tanto en el poder económico como en el poder ideológico. Los astutos tan sólo necesitan el brazo armado –los dispositivos represivos. Los ’poderes’ (los poderosos) mutuamente se consolidan.
No nos olvidemos de los híbridos: los sacerdotes-guerreros (en el Islam –la guerra santa), o los políticos-guerreros (en el comunismo –la revolución ‘armada’).
El ‘sistema de poder’ y sus beneficiarios. Las armas, los medios de que dispone el nuevo, el actual sistema de poder. Poder ideológico y mediático (el adoctrinamiento de las masas desde su infancia); poder represivo (militar, policial…); poder económico (financiero, industrial, comercial…). Todo está en manos de los poderosos (unos pocos, una oligarquía). Hoy como ayer.
No hay obstáculos, nada (nadie) frena la ciega codicia y ambición de dominio de las castas dominantes –de unos pocos. Es el ‘éthos’ dominante desde hace milenios. La codicia de oro, de poder, de placer. Lo que mueve, lo que motiva. Un morar indiferente a las consecuencias sociales, culturales, humanas, medioambientales… El resultado es un planeta donde la vida agoniza: especies que se extinguen; contaminación del aire, del agua, de los suelos (desertización), de la luz…; la guerra permanente, el hambre, la miseria… Es el triunfo de la muerte; del ‘éthos’ autodestructivo, suicida.
Hoy como ayer los más han de sufrir la intemperancia de unos pocos. Los más, aquí y ahora, es el planeta viviente en su conjunto. Esto es lo que peligra hoy –la vida misma.
Es un cambio en la conducta global (del individuo, de las comunidades) lo que propugna Zarathushtra. Un comportamiento otro –con lo ‘divino’, con lo humano, y con lo no humano. Afecta a todas las esferas del comportamiento, no sólo al rito sacrificial (a quién y cómo se sacrifica). Es otro modo de estar, de vivir, de relacionarse con el mundo entorno (a nivel individual y a nivel colectivo). Es un camino otro, positivo, constructivo, creador… Que atiende, que cuida, que protege, que coadyuva… a la vida.
Zarathushtra habla de caminos, de modos de ser y de estar, de con-vivir, y habla también de la libertad de elección entre estos caminos. Podemos comportarnos de un modo o de otro, ya de manera positiva, ya de manera negativa con respecto al otro o lo otro.
Las distintas facetas del ser y del hacer humanos reflejan el mismo ‘éthos’ (el ‘éthos’ dominante). Cuando se cumple el rito sacrificial, cuando se camina, cuando se come, cuando se relaciona con el entorno –humano y no humano; viviente y no viviente.  El cómo se vive, se mora, se con-vive, se co-habita… El com-portamiento global.  La unidad en el ser, el pensar, el querer, el decir, el hacer… Se siga el camino que se siga.
La reforma del acto sacrificial responde a una reforma general en los modos de vida. Se vive de otro modo, se sacrifica de otro modo. Es un cambio total, una transformación, una mutación simbólica (en la palabra, en el discurso común). Se va contra el robo, la violencia, la mentira… Contra todo aquello que perturba y daña la vida en común –el co-habitar, el con-vivir de los individuos y los colectivos humanos.
La excelencia aquí reside en la rectitud, en la veracidad, en la solidaridad (con todo y con todos)… en aquellos que regeneran la vida (la existencia). Los dotados (magauuan), los veraces (ashauuan), los rectos (erezuuan)…
La elección del buen camino, del camino que es bueno para la vida (para todo y todos). La regeneración de la vida no depende de la exactitud del rito sino del cambio de comportamiento. El rito sacrificial refleja el deseo de regeneración, responde a un cambio de conducta en lo que concierne a la vida –al cómo vivir. Se vive de otro modo, se sacrifica de otro modo. Mutuamente se afirman las diversas actividades, se condicen, se armonizan.
Los actos (de pensamientos, palabras, u obras) tienen, por lo general, consecuencias. ¿Cuáles son las consecuencias del acto sacrificial? El acto sacrificial cuenta una historia; una historia de lucha en la que triunfa el buen espíritu, el espíritu bienintencionado, contra el espíritu destructivo, aniquilador. Una y otra vez. La lucha por la regeneración del mundo, de la existencia, de la vida. Dispone el alma para el combate contra el mal espíritu. Renovar. Despertar. Alertar. Colectivamente establece una actitud beligerante contra el espíritu nocivo.
El buen espíritu lucha cotidianamente contra el mal espíritu –contra la ciega codicia de oro, de placer, y de poder; contra el egoísmo, contra la búsqueda del propio provecho... El buen espíritu es un espíritu iluminado, es consciente de las consecuencias de sus actos. Conoce los caminos y elige lo mejor para la vida. El camino de la regeneración.
El buen espíritu es un espíritu activo que interviene en los actos todos de su vida cotidiana. Vela permanentemente contra las malas intenciones, las malas palabras, las malas acciones.
Elegir el camino de la verdad y de la vida. De esto se trata. Hoy como ayer. Hoy más que nunca.
Los desastres del mal espíritu en el planeta después de miles de años de malgobierno, de violencia, de mentiras… La conducta perversa, malintencionada, dia-bólica… La conducta, el ‘éthos’ del mal espíritu. La conducta global del mal espíritu (aquí y allí). La violencia y el engaño. Un planeta viviente en peligro de extinción. El desierto avanza –en la naturaleza y en la cultura. La obra del mal espíritu.
La codicia de unos pocos, y la ceguera, la pereza, la cobardía, o la complicidad de tantos, de multitudes. La muchedumbre adora o envidia a esos pocos, anhela también el poder. La conducta de las masas sigue, emula la de los poderosos.
Los ingenieros sociales del ‘sistema de poder’. Los manipuladores, los embaucadores, los mixtificadores… Los poderosos medios de manipulación de masas del ‘sistema’.
La ceguera de esta acápite ‘humanidad’. Comportamiento ciego, irreflexivo, falto de luz. Comportamientos inducidos, creados, condicionados. Se puede hablar de hechizamiento de las masas. No hay individuos reflexivos, hay comportamientos colectivos inducidos, dirigidos, predeterminados, condicionados. El condicionamiento conductual de las masas (el arte de manipular a las masas).
Están los privilegiados que disfrutan de los beneficios del ‘sistema’ (del ‘éthos’ dominante), y están aquellos que envidian a estos privilegiados. Eso es todo.
Nada parece que anuncie un cambio en el comportamiento de estas masas. Es una huida hacia adelante. Hacia el peor futuro; hacia el peor final.
No hay salvación o liberación personal aquí, sino colectiva. Y aún más. Pues se trata de liberar o salvar al planeta viviente. No un nuevo orden (político-religioso-económico-militar) necesitamos, sino un nuevo ‘éthos’, una nueva conducta, un cambio de vida –en la manera de vivir.
La perspectiva genocéntrica, la perspectiva de la vida. La conciencia biocéntrica, genocéntrica. Las nuevas criaturas. Los futuros.
Han de venir generaciones nuevas, post-humanas  –post-antrópicas. Imbuidas en la conciencia genocéntrica. Iluminadas. Activas.
No en los dogmas de fe o en los actos de culto se encuentra la salida, sino en la conducta. El discurso etológico y ecológico de Zarathushtra se convirtió en un nuevo conjunto de dogmas de fe y actos de culto. En una rutina que en nada contribuye a la regeneración del mundo (que deja las cosas como están).
La regeneración individual es nada sin la colectiva. Se diga lo que se diga. Es más, un individuo veraz, dotado de buenas intenciones y demás, juega con desventaja en esta ‘sociedad’, se convierte fácilmente en presa de los astutos y los violentos.
Es entre los humanos (en el cariotipo específico humano) que se da esta reflexión acerca de la conducta, del hacer… Es la vida misma la que introduce esta reflexión (ética) en la naturaleza.
La ética de la vida. La ‘bioética’. Pero hay que decir, la ética en el cariotipo humano. La etología (la conducta) de las especies es incriticable desde el punto de vista moral. Únicamente los humanos se someten a la crítica o al escrutinio de sus actos. Porque nosotros somos conscientes de nuestros actos, y de las consecuencias de estos. Únicamente los humanos.
El cariotipo humano es el vértice de la evolución. Es la misma vida. La vida responsable de sí. Sólo nosotros podemos instaurar, en este planeta viviente, el ‘buen dominio’, el dominio deseable. En nuestras manos está.
Lo que es bueno para la vida. Esta perspectiva. Este punto de partida. Los obstáculos son el mal espíritu –la ciega codicia ‘personal’ (en la tierra o en el cielo) y la ambición de dominio de unos sobre otros (en la tierra o en el cielo).
Entiéndase el cielo como el espacio de la palabra, de la cultura, de la memoria colectiva… el espacio de lo ‘alto’. El ser simbólico nos viene de ahí. Entiéndase la tierra como el espacio social de los colectivos humanos, nuestra naturaleza social. La vida cotidiana de los colectivos. Podemos hablar de naturaleza y de cultura; del ser natural y del ser cultural; de necesidades naturales y de necesidades culturales.
Medrar en la tierra, medrar en el cielo. Las riquezas ‘personales’. La salvación o liberación individual. El camino del provecho propio en la tierra o en el cielo. La salvación ‘personal’ económica o espiritual. Éste es el ‘éthos’ dominante en nuestra especie, y esto es la que tiene que cambiar.
El sujeto ya no es el individuo, ni siquiera la colectividad, sino la misma vida. No hay otro sujeto.
La revelación de la sustancia genética, de la sustancia viviente única, ha privado al ‘hombre’ de realidad. No queda sino la vida. La vida que a sí misma se juzga, se valora. Lo que puede la vida en el cariotipo humano. La capacidad de juicio, de discernimiento, de ponderación… sobre los actos propios. La reflexión, la inteligencia, la memoria… El ser mismo de la vida tal y como se manifiesta en el cariotipo humano.
Esta vida nuestra puede inclinarse hacia el buen camino, el camino que es bueno para la vida. La elección. La libertad de elección. Podemos cambiar de camino, o continuar por el que vamos. El camino por el que vamos no es bueno para la vida. Y lo sabemos. Hoy no podemos alegar ignorancia.
Cambiar la consideración que acerca de nosotros mismos tenemos –hacia la conciencia de sí como sustancia viviente única. Y cambiar nuestro modo de vivir, de estar… en este planeta.
El ‘éthos’ biocéntrico, genocéntrico. Es la vida la que ha de gestionar este planeta viviente, y gestionarlo en su provecho. Pensando en sí, en lo que es bueno o malo para la vida (para sí).
El doble camino, la libertad de elección, la triada de buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras… Lo que nos queda de Zarathushtra. Lo eterno; lo sustancial.
*Debemos rebuscar en el pasado humano, rescatar todo aquello que nos pueda servir, que pueda servir a la vida; aquello que podamos transportar al futuro y que no entre en contradicción con el periodo genocéntrico que comenzamos. ¿Qué filosofía, qué pensamientos, que palabras, que obras…? 
Los renacidos a la vida apenas si contamos con algo que llevarnos a la boca. Algo que satisfaga nuestro gusto nuevo. Una vez probado el nuevo ‘sabor’, poco, muy poco del pasado humano nos satisface en lo tocante a palabras, a cultura… Artistas del hambre consumados parecemos.
Los renacidos crearán culturas nuevas, nuevas palabras y nuevas obras dignas de la vida. Es todo un reto para los futuros.
El sujeto emisor y el sujeto receptor resultan ser uno y el mismo –la sustancia viviente única. A sí misma se habla, a sí misma se dirige la palabra.
Vivimos los comienzos de una nueva vida, de una vida renovada, de una vida consciente de sí. Principios nuevos; puntos de partida nuevos… Todo cambiará.
Ser de aquellos que regeneran la vida (la existencia, el mundo…). La nueva vanguardia.
Este periodo de transición que iniciamos es el ‘puente de la separación’, y el ‘hombre’ no pasará este puente. En la otra orilla está el nuevo mundo, la nueva vida…
El ‘puente de la separación’ es extraordinariamente  ligero. Deshacernos, des-anudarnos, des-ligarnos, purgarnos de lo humano… del viejo camino antropocéntrico, egocéntrico, etnocéntrico… Abandonar, dejar atrás. Sin equipaje. La vida desnuda.
Elegir el camino de la vida. Este camino conduce directamente a la otra orilla.
Ya no nos queda otro camino hacia el futuro que el de la vida –si queremos seguir siendo. Y aquí no se habla de la supervivencia de la ‘especie’, sino de la vida.
La vida se juega la vida.
*
Hasta la próxima,
Manu

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