Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

lunes, 10 de abril de 2017

150) Genocentrismo V


Genocentrismo V.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/04/17).


*

 
*¿Se peca de antropomorfismo? Se proyecta en la vida lo que entre nosotros, como humanos, observamos. Proyectamos nuestros términos, nuestros conceptos…
Pero en nosotros no habla el hombre, sino la vida. Es la vida la que se proyecta en el hombre… el creador en la criatura.
Digamos que la criatura se ha apoderado de la voz del creador. Ha sido una impostura. La ilusión antropocéntrica.
La voz del hombre era una voz prestada, impostada.
La vida ha recuperado la voz, el protagonismo. Lo suyo le ha sido reconocido.
Una confusión. La vida se ignoraba a sí misma. No sabía de sí. Ahora ya sabe de sí, ya se sabe.
Es un nuevo comienzo a nivel de la misma vida. La vida comienza de nuevo, consciente de sí. A nivel macroscópico. Y con un lenguaje humano. Proseguimos.
Es la vida la que explora el medio, la que conoce el medio… La pulsión de conocimiento es vital.
La deriva, el viaje, el movimiento (la motilidad)… En su vehículo, el soma… La palpación del mundo entorno. Su aprehensión mediante el tacto, la proximidad. El reconocimiento del terreno. La huida ante el peligro, la retracción, la retirada… Los movimientos de la célula en su deambular. Las ‘taxias’.
El conocimiento y la comunicación. Movimiento y receptores.
La nutrición. Movimiento y nutrición.
Cuando el genoma entiende que hay material suficiente (previa ingestión y transformación de las sustancias absorbidas) comienza la mitosis. Nutrición y reproducción.
Receptores, motilidad, ingestión, reproducción… Todo lo que requiere la sustancia genética (las moléculas de la vida) para proseguir su camino, para eternarse.
La sustancia genética es virtualmente imperecedera. Los individuos, las unidades (los genotipos), pasan, pero la sustancia genética permanece. La reproducción (sus diversos modos) es la clave de su inmortalidad.
La sustancia genética se ha proporcionado desde el principio, casi, los medios necesarios para su supervivencia y su domino del medio. Dominar el medio no significa aquí otra cosa que conocerlo, tenerlo medido y pesado… por lo que a la supervivencia se refiere. El dominio o conocimiento del medio es esencial para la supervivencia. Saber y recordar. Saber por dónde se anda, por donde se pisa; el conocimiento y reconocimiento (para ello, la memoria) del terreno.
Dominar una materia determinada. Tenerla bien asimilada, bien aprehendida. Saber todo lo que hay que saber al respecto.
La vida lleva millones y millones de años palpando, ingiriendo, recorriendo, aprehendiendo este planeta nuestro. Llevamos…
La vida posee una interpretación del mundo entorno –la transducción que le llevan sus receptores. Es un mundo interpretado, traducido. Es el primero.
Es posible que para la sustancia genética apenas si haya secretos físico-químicos en este planeta. El medio físico-químico y el bioquímico. A nivel microscópico. A ras de tierra.
Conocimiento diferido, indirecto. Mundo representado. Al igual que el nuestro (el de los humanos) mediante el lenguaje.
Nuestro mundo interno no puede ser más que una representación del mundo externo. Además de percibirlo transducido por nuestros sensores, nosotros nombramos esas transducciones. La senso-percepción es la bioquímica y la biofísica de los orígenes, el lenguaje primero. Nuestros receptores (las neuronas del sistema periférico) cumplen la misma función que los receptores de ‘membrana’ de la célula individual, es el mismo proceso. Analogía estructural.
No debe confundirnos la complejidad de nuestro sistema nervioso. Es tan sólo un dispositivo elaborado por la sustancia genética para llevarles la información. Nuestros receptores forman parte del sistema nervioso. Cualquier senso-percepción es transportada, por medios físicos o químicos, al núcleo de las células del cerebro que tienen como destino. Están las vías aferentes (las sensitivas) y las vías eferentes (las motoras); las vías de entrada y las de salida.
El modelo de organismo ya está en las más simples células independientes. Por más complejidad que alcance en los metazoos (la aparición del sistema nervioso).
La senso-percepción está ligada a la intelección (estimación, ponderación). No es ciega. La sensación inteligente. Las terminales nerviosas (a ras de piel) son neuronas también, y son las primeras en recibir la información del exterior y transducirlas (llevarlas más allá). Estos procesos se realizan en milisegundos.
La sustancia genética vive aislada en el interior de sus organismos. Avanza protegida, cubierta, enmascarada si se quiere (Larvatus prodeo). Si bien podemos decir que no se oculta, tan sólo se protege. Protege su ser, su delicado y frágil ser.
La voluntad es esencial. ¿Qué quiere la vida, la sustancia genética? Quiere perdurar, eternarse. Lucha por ello.
El amor hay que ligarlo a la reproducción. La alegría, el alborozo del enamorado tiene que ver con la esperanza del genoma de salir (la meiosis), de llegar al otro cuerpo donde está la otra mitad. Y en la mujer sucede la alegría de la recepción de su otra mitad. Las células haploides sexuales. Hemipléjicas, incompletas. Es la sustancia genética la que se alegra en vistas a la posibilidad y a la esperanza de la reproducción.
No es la prima, el plus, el goce (en el orgasmo) lo que se busca en el deseo amoroso, sino la posibilidad de que en aquel encuentro se produzca la reproducción.
No es el placer o el goce lo que busca la vida. El placer, el goce, o la alegría son síntomas de potencia, de triunfo, de victoria… Suceden al logro o a la consecución de aquello que se pretende. Son síntomas, no causas.
Tenemos que situarnos en el genoma, y pensar desde el genoma, como sustancia genética. Su voluntad, su saber, su ser… Su bien y su mal –que no es sino nuestro bien y nuestro mal, pues nosotros somos la vida.
No hay placeres del cuerpo (del soma) sino del genoma. Son las terminales nerviosas en el gusto, el olfato, el tacto, la temperatura, el oído, la visión… las que sienten y experimentar el placer o el dolor… El dispositivo neuronal forma parte del sistema perceptivo del genoma.
El cuerpo ni sufre ni padece, ni goza ni se duele… No siente. Sólo el genoma siente, experimenta, reflexiona…
Apenas si hay lugar en nuestra piel (membrana) en la que no estén presentes las terminales nerviosas (quimio-receptores, mecano-receptores, foto-receptores, termo-receptores…).
Sólo el genoma, únicamente el genoma, es el sujeto de percepciones, de voliciones, de reflexiones… No hay otro sujeto, ni otro actor…
El único, el uno primordial. Nosotros. Nos. Xenus/Nexus. Genousse y Genoussin.
El ‘yo’ o el ‘nos’ de la sustancia viviente única. Nosotros.
Lo otro de la vida, lo no-viviente. El mundo abiótico.
La cosa se pone interesante cuando aparece la vida.
La vida trae consigo pasiones, afectos, pulsiones, voliciones, reflexiones… La lucha (‘polemos’), la guerra, la discordia… El uno primordial escindido y en lucha consigo mismo. El amor y el odio; el deseo y el temor…
La autofagia. La vida se devora a sí misma, de sí misma se nutre.
Una filosofía desde la vida; una música, una arquitectura, una alimentación…
Que la vida filosofe desde sí. Su ‘mirada’, su palabra, su voz. La interrogación filosófica. Desde la sustancia viviente única.
Queda todo por hacer. Crear una cultura nueva desde la vida, digna de la vida.
Abandonar todo antropocentrismo. En la interrogación filosófica no es el hombre sino la vida la que interroga. El lugar de la vida en el cosmos. El sentido de su mismo ser viviente. Su origen y evolución. Su destino.
Todas las artes deben renacer a la vida. Todas las costumbres y tradiciones deben plegarse a la vida, o desaparecer.
La vida ha de dirigir y protagonizar todas nuestras actividades. En nosotros, el cariotipo humano, la vida habla, filosofa, crea…
El hombre debe desaparecer, debe dar paso a la vida.
No más antropocentrismo en nuestro arte y pensamiento, en nuestras actividades todas.
El antropocentrismo ha supuesto un período en nuestra historia –desde la aparición del hombre moderno, quizás, pero con toda probabilidad desde comienzos del neolítico.
Ese hombre reciente, excesivamente antropocéntrico, es el que debe dar lugar al nuevo periodo; debe, por tanto, desaparecer.

La vida confundida, anonadada, disminuida, sofocada, alienada… Ausente, sin saber, sin saberse. El período antropocéntrico. Pero antes también…

Únicamente en estos tiempos se ha podido establecer nuestra identidad primordial –la de los seres vivos. Cuando accedimos a las moléculas de la vida, a la sustancia genética. Fue una autognosis.
La vida ha hablado siempre en sus criaturas. Se ha mostrado. Las diferentes morfologías y fisiologías… La potencia plástica, inventiva, expresiva.
El ‘yo’ cultural (social, simbólico) se impone. Oculta al ser primordial.
El ser primordial ha accedido a la luz –a la luz de la palabra. Nos ha sido revelado. Nuestro ser primordial.
Ahora sabemos quiénes somos. El ser viviente único. No hay otro.
Ahora la sustancia viviente debe tomar la palabra, debe ocupar el lugar de la palabra, del habla.
Que hable la vida. Yo, la vida; nos, la vida…
Claves genéticas en el que habla, piensa, reflexiona, discurre… realiza cualquier actividad. El sujeto genético. La clave o cifra genética que somos. El genoma, el genouma podemos decir (cuando instruido, iniciado en la palabra).
Xenus/Nexus. El ser genético y el ser de palabra. El ser de palabra (social, colectivo, simbólico…) debe dar la palabra al ser genético, que es el ser nuestro primordial, y único.
El personaje cultural (las personas culturales) hace mutis. El ‘yo’ (o los ‘yoes’) cultural se esfuma, desaparece.
Es la sustancia genética la que da lugar a la lengua y la cultura. No hay otro sujeto, otro actor, otro creador. La materia simbólica es obra de la vida.
Un lenguaje externo que permite la comunicación y la transmisión del saber entre los miembros del grupo (incluso de la especie –se podría alcanzar un lenguaje universal).
La vida está obligada a usar estos lenguajes segundos, humanos… Con ellos ha de decir de sí.
El ‘yo’ cultural habla por otro, en lugar de otro… Es una voz prestada. Hasta tanto no advengamos a la luz, hasta tanto no seamos conocidos. El momento de tomar la palabra ha llegado.
Ha llegado el momento de salir a la luz, de hablar, de cantar… de mostrarnos.
El cariotipo específico humano (su potencia…) ha hecho posible nuestro advenimiento. Buscando el origen (del hombre) hemos llegado a nosotros mismos. La autognosis se ha producido. Es el acontecimiento de los acontecimientos. La vida en este planeta cambiará para siempre.
Anonimia. Ahora es la vida. El sujeto cultural se tacha, se borra. Cede el protagonismo, la palabra.
El sujeto cultural (el parlante) como portavoz. El genouma no puede hablar sino en términos humanos.
Yo, la vida, hablo… No como hombre, sino como vida.
El genouma hace uso de los órganos fonatorios de su soma. Toma la palabra en su soma.
Los diversos hombres de las diversas culturas desaparecen. Ahora la vida habla a la vida. Se dirige a la vida más allá de sí.
La vida del cariotipo humano ha cambiado para siempre.
El futuro de la vida está en juego. El hombre debe desaparecer. La ilusión antropocéntrica ha terminado.
El futuro será genocéntrico o no será.
Es el futuro de la vida lo que importa, no el futuro del hombre (de ‘nuestra’ especie).
Las especies (y los individuos) son medios, instrumentos, útiles de la sustancia genética. Vehículos.
La vida explora, inventa modos y maneras de dominar el medio. La morfología y la fisiología de los innumerables organismos. El dominio de la tierra, de las aguas, del aire… El dominio, la maestría…
Durante milenios la vida nos ha susurrado el camino que hacia ella (hacia nosotros) conduce.
La búsqueda del origen, del sentido… La pulsión cognoscitiva.
En qué mundo hemos venido a ser. Qué somos, quiénes somos…
Mundo, medio entorno… Lo pequeño y lo grande. El cosmos, el mundo… el espacio… la materia alrededor… El ente en su totalidad. El ser de lo ente.
El conocimiento que ahora poseemos acerca de nosotros mismos es el acontecimiento más grande que se haya podido dar desde el origen. Es un nuevo origen, un nuevo punto de partida para el uno primordial. Ahora se sabe, sabe de sí a escala macroscópica.
Ahora caminará sobre la tierra no como un organismo, no como criatura, sino como creador. No como un mero ser vivo, sino como la misma vida.
El lenguaje de los humanos se transformará cada vez más en un lenguaje biológico, fundado en las ciencias de la vida. Genómica, ecología… Lenguaje que concierne a la vida que somos, lenguaje vital.
Biofísica, bioquímica… El lenguaje de la vida.
Un lenguaje segundo (humano) que tiene como soporte el lenguaje primero, el lenguaje de la vida.
El entorno esencial: el agua, la tierra, el aire… los nutrientes. Nuestro primer cuidado.
Se trata de una guerra contra el ‘hombre’, contra su antropocentrismo. Destruir la ilusión antropocéntrica. Derribar ese monstruo. Prejuicios antropocéntricos neolíticos, arcaicos, pre-genocéntricos... que ponen en peligro la misma vida. Combatir todo eso.
Los deberes de los renacidos a la vida. Contra el ‘hombre’.
Es una vía purificativa, purgativa. El primer ‘hombre’ a derribar de su pedestal es el propio ser simbólico que se es. El ‘yo’ cultural propio (el social, el histórico…). Deshacerlo, triturarlo, reducirlo a polvo y cenizas.
El paso del fenocentrismo al genocentrismo. Es un cambio similar al paso del sistema ptolemaico al copernicano (el paso del geocentrismo al heliocentrismo). No sólo la tierra no es el centro del sistema solar (como hoy se le conoce), tampoco el hombre es el centro de la vida en este planeta (ninguna criatura lo es).
Morir como ‘hombre’ para renacer como vida. Muerte espiritual, cultural, simbólica. Abrir cancha a Xenus/Nexus.
El dos veces nacido. Dioxenus/Dionexus. 
La unidad de todo lo viviente. El uno primordial. Nos.
Este Uno primordial trasciende no sólo etnias y culturas, también especies. Más allá de los cariotipos, de los fenotipos… de las criaturas.
Fragmentos del uno primordial, esto somos.
A solas con el solo, con el creador. A solas con nosotros mismos.
*
Hasta la próxima,
Manu

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