Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 4 de diciembre de 2010

57) Para Carmen Morer

Para Carmen Morer.

Manu Rodríguez. Desde Europa (03/12/10).


*


¡Pero mujer, cómo no lo has dicho antes! Esas cosas se dicen. Bien, no te des por aludida entonces. No va contigo lo escrito, o no todo. Está pensado para los europeos, y te afecta sólo en la medida que también te sientas europea, y que compartas con nosotros nuestro destino, nuestro futuro. En realidad estos textos se escriben para muchos, aunque las preguntas vengan de uno solo. Nuestras perplejidades, temores, y esperanzas son más comunes o sociales (locales y temporales) de lo que a primera vista pudieran parecer; son representativas.
Desde luego que puedes sentirte orgullosa de ser judía. Sois de los pocos pueblos que han permanecido fieles a sus antepasados y a sus tradiciones (su religión/cultura), y en las circunstancias más adversas. Sois un ejemplo para todos. Ya quisiera yo que los europeos hubieran tenido para con lo suyo la mitad del celo que vosotros habéis mostrado tener con lo vuestro; un poco de vuestra devoción, de vuestra fidelidad. Cuando la cristianización abandonamos lo nuestro y adoptamos lo ajeno; así, sin más, sin mirar atrás. Tal acto horrible puede ser considerado como la suprema traición, y la suprema alienación. Es un pueblo que se da muerte a sí mismo, que se arroja a sí mismo a la muerte y al olvido; que se anula, que se quita de en medio él mismo. No importa si este paso aberrante se dio por indiferencia, miedo, o interés. Y ahora, en este período nuevo de nuestra historia, se nos viene encima el problema del islam. Si fuimos infieles y desleales con lo nuestro cuando la cristianización, ¿por qué no íbamos a serlo ahora con la islamización; por qué albergar esperanzas de lo contrario? ¡Oh, pueblo mío sin carácter, desnortado; no fiable, indigno!
Vosotros jamás abandonasteis a los vuestros; jamás perdisteis el nexo con vuestros antepasados. Sois de los pocos pueblos no alienados del planeta (espiritual, culturalmente alienados); aquellos pocos que conservan vivo el legado ancestral, que pueden enarbolarlo con orgullo. No habéis permitido que se os privara de vuestra religión/cultura; habéis sido claros y valientes en todo momento y en todo lugar. Jamás arrojasteis el testigo de vuestras manos, jamás renegasteis de los vuestros. Éste será vuestro testimonio imperecedero para todos los pueblos hasta el final de los tiempos. El pueblo judío, el pueblo más fiel. No os arredró ni la persecución ni el ‘mobing’ a que os sometió el cristianismo durante siglos. Ni el islam. Ni el holocausto. Habéis superado tantas pruebas. Es mérito vuestro, mérito del pueblo judío; de vuestro genio, de vuestra naturaleza, de vuestro ser. Pueblo inmortal. Pueblo envidiable.
Un modelo histórico, justamente. Un buen modelo para los pueblos. El mejor. Nosotros, los europeos, y otros pueblos gentiles, debemos aprender de vosotros. De vuestra fidelidad, de vuestra lealtad, de vuestro celo; de vuestra entereza, de vuestra voluntad. De cómo no perder el ser simbólico ancestral y autóctono que somos, en el que venimos a ser; fueran cuales fuesen las circunstancias. De no olvidar, de no descuidar, bajo ningún pretexto, la deuda que tenemos para con los nuestros; el deber sagrado.
Estoy seguro que vosotros comprenderéis las palabras que les dirijo a los europeos. No os afecta, sin duda; sólo vosotros sabéis a la perfección que tal actitud veneradora hacia lo propio es el único camino hacia la otra orilla, hacia la victoria, hacia el futuro; más allá. Vosotros sois una rama intacta del árbol de los pueblos y culturas del mundo, de las pocas ramas intactas que quedan. Y no habéis hecho otra cosa que permanecer fieles al legado de vuestro pueblo. Parece poca cosa, pero muy pocos pueblos pueden decir lo mismo. (Los pueblos cristianizados o islamizados son pueblos alienados de su propia cultura, que sufrieron en su momento un proceso de aculturación y enculturación.)
El futuro hay que ganarlo; hay que tener derecho al futuro. Los momentos que ahora vivimos en Europa, y en el mundo, con esta tercera oleada del islam (su presión, su innegable empuje), ponen a prueba la voluntad de poder y de futuro de los pueblos. En momentos como estos los pueblos se juegan el ser, el seguir siendo. Vosotros habéis demostrado con creces vuestra voluntad de poder y de futuro. Vosotros os ganáis merecida y limpiamente el futuro una y otra vez.
Yo insto a los europeos a que alcancen esa conciencia, ese celo con lo suyo que vosotros nos habéis mostrado a lo largo de los siglos. Conciencia de pueblo, de tradición, de cultura, de signos comunes… Es el único camino hacia la victoria. Es el principio, es el camino. Tal conciencia es también arma, y escudo protector. Nos permite enfrentarnos con visos de victoria a cualquier obstáculo. Esa conciencia no conoce la derrota.
Si tal conciencia hubiera estado presente entre los pueblos, el árbol de los pueblos y culturas del mundo no hubiera perdido ninguna de sus ramas; se mantendría pleno, intacto, vivo, y erguido. Ninguna de las corrientes universalistas hubiera tenido fuerza para devastar culturalmente al planeta; hubieran sido abortadas en su origen, no habrían ido más allá de su tiempo y su lugar. Si tal conciencia se logra o recupera hoy, el enemigo común, el islam, será absoluta y definitivamente derrotado.
Los pueblos, pues, han de ser insobornables, inasequibles (no podrá usar el enemigo el miedo, el interés, o la complicidad). La cultura propia, ancestral y autóctona, es innegociable. No se discute sino con los nuestros, y en casa. Es santa, sagrada.
Estas palabras, como comprenderás, no van para vosotros, que sois maestros en esto que digo. Pero los pueblos necesitan espabilarse frente al empuje del islam. Necesitan hacerle frente, y vuestro ejemplo es el arma que disponemos. Tenemos que imitar vuestro celo y vuestra inquebrantable fidelidad. Esta actitud vencerá, superará cualquier impedimento en nuestro camino, como digo. Esta expansión islámica que padecemos será apenas una tormenta en el devenir de nuestros pueblos. Venceremos, superaremos, dejaremos atrás este sombrío período.
No sé si vas comprendiendo por donde voy en lo que escribo. Confío en que sí, porque sólo los miembros de culturas/tradiciones/religiones étnicas ancestrales pueden ver sin dificultad lo que digo. Lo que yo digo vosotros lo sabéis y lo lleváis a cabo desde hace siglos, milenios (judíos, parsis, chinos, japoneses… y las culturas ancestrales supervivientes). Nada tenéis que aprender de otros. Sois los pueblos fieles; los pueblos sanos. Pero hay otros pueblos, y otros comportamientos, y otras experiencias; yo me dirijo en primer lugar a los europeos…
Bueno, me despido, no te molesto más; si en algo te he podido ofender en alguna ocasión, te pido disculpas.
Saludos,
Manu

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