Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 3 de julio de 2010

34) Sobre el genocidio cultural

Sobre el genocidio cultural.

Manu Rodríguez. Desde Europa (28/06/10).


*


*El ser simbólico es el ser que somos en la lengua y la cultura. Un ser relativo, pues. Es individual en la medida en que es una interacción entre el ser natural (el genio, el genoma particular de cada individuo) y el entorno lingüístico-cultural en el que viene a nacer. El momento y el lugar determinan el contenido, la materia, el asunto; pero no en las formas en que estos se manifiestan.
Los modelos lingüístico-culturales (simbólicos) son como los cariotipos específicos. La especie humana se ramifica en numerosas razas y culturas; son ramas etno-lingüísticas del árbol de la vida. La rama específica humana. Su variedad, su potencia, su riqueza.
El ser simbólico se interpreta, en algunas tradiciones, como el alma del ser humano, o su conciencia (moral), o su espíritu. Pero no es sino el numen de la tribu, por decirlo así; pues es la tribu la que, mediante la lengua y la cultura, dota de ser simbólico. Se trata de socializar a los nuevos individuos, a las nuevas crías. El ser natural (varón o hembra), el genio, se ajusta al ser simbólico, al numen, tal y como éste es concebido por el grupo o tribu.
Lo que individualiza, caracteriza, y hace único al ser simbólico es su ser natural, su genotipo (genio) particular; lo que le distingue de otros; lo que llega incluso a rebelarse contra determinados entornos simbólicos (porque lo simbólico es soporte de lo real social, político, económico y demás, comoquiera que estos sean). El genotipo es el verdadero espíritu del ser humano, del ser bio-simbólico (del genoúmeno); su inefable alma.
Genes, cariotipos, cromosomas, genomas. El sistema vital (Nietzsche). La línea germinal (Weissman). La sustancia viviente única, virtualmente imperecedera. El motor único de la evolución natural, y de la simbólica.
*Hemos cambiado, hemos mutado. Simbólicamente. Nuestro mundo es otro. Nuestra visión es otra. Es nueva luz, nueva tierra, nuevo cielo, nuevo hombre, nueva naturaleza, nueva vida. Es una nueva primavera este tercer período. Una mutación simbólica que afecta a toda la humanidad. Nuevos conocimientos, nuevo saber; nueva sabiduría. Son los pilares de una civilización milenaria.
Una nueva criatura nos ha nacido, un nuevo ser. Es un ser biosimbólico otro, renovado. Hace tiempo que abandonamos el antropocentrismo y el antropomorfismo del neolítico. Nuestra biología y nuestra antropología son otras. De otro modo concebimos la naturaleza y la vida; de otro modo nos pensamos y concebimos.
*Tenemos suficientes razones, nosotros los seres renovados, para enfrentarnos y luchar contra los restos ideológicos del neolítico, contra las tradiciones supervivientes; contra las llamadas religiones de salvación (cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo…). Su universalismo, su totalitarismo; entre otras. Estas ideologías surgen y se extienden como patologías sociales; minan, corroen, destruyen pueblos y culturas. Como un tumor, como un cáncer social. Un lastre, un obstáculo, un peligro allí donde aparecen. Por lo demás, ninguna de ellas pasaría la prueba política (democrática) que hoy nos exigimos los pueblos.
*Hay genocidios naturales y genocidios simbólicos o culturales. Hay extinciones violentas de razas, y hay extinciones violentas de culturas. Extinguir voluntaria y deliberadamente pueblos y culturas es lo verdaderamente racista o genocida. Pretender acabar con los pueblos y culturas que componen el mundo libre, como lo pretende el islam aquí y ahora. Homologar a los diferentes pueblos y culturas del planeta, acabar con las diferencias étnicas y culturales; como lo ambicionaron, y lograron, otras ideologías universalistas, y el mismo islam, en el pasado (las amplias zonas del planeta ya cristianizadas o islamizadas). Talar el árbol de los pueblos y culturas del mundo. ¿Por qué?
Es el mundo libre, el mundo no sometido, no islamizado, el mundo que tiene ya un pie puesto en el futuro el que tiene que responder a este reto del islam, a este desafío, a esta su tercera oleada. La guerra hace tiempo que comenzó. Y hasta el momento el mundo libre no conoce sino derrotas. Cada vez más ocupado, más invadido, más desvirtuado; más impedido, más trabado; menos libre, más sometido (la numerosa población musulmana extranjera en nuestras ciudades, que aumenta cada día).
La violencia que practica el islam en nuestras tierras no es coyuntural, sino estructural; está sancionada, legitimada, sacralizada, así como la mentira, o el engaño. He aquí con quién nos enfrentamos. Un monstruo violento y mixtificador. La ‘umma’ y sus líderes. Todo vale, todo les vale. Todo lo que contribuya a su dominio y expansión. Nada ni nadie les detendrán, dicen. Ya celebran su victoria.
*Hay ideologías ofensivas; culturas, ideologías, pueblos que consideran a todo otro pueblo, cultura, o ideología como enemigas; para los que es vital la destrucción, la aniquilación del otro, de cualquier otro. ¿Por qué?
Ya no nos creemos que esa voluntad, ese hálito destructivo, provenga de ningún dios. Y no se debe a que tengamos una idea equivocada acerca de lo que pueda ser un dios, o lo que pueda querer un dios, o de que puedan darse o no dioses celosos y destructivos. No, se trata, simplemente, de que ya no aceptamos discursos tan arbitrarios, estúpidos, criminales, y mezquinos. Porque vemos al hombre detrás del dios, porque vemos el alma miserable que ‘parió’ a semejante dios.
No se lucha, pues, contra ningún dios, sino contra los hombres y mujeres que los traman como armas, como instrumentos de alienación y de dominio, como fuentes de legitimación. Comenzando por las castas sacerdotales, los ideólogos; los gestores de esas horribles ficciones. Los creadores, los ‘padres’ de esos principios, de esos dioses, de esas monstruosidades ideológicas. Rancios, arcaicos, obsoletos; unos y otros, los sacerdotes y sus discursos. Risibles ya, ambos, si no fuera por el siniestro poder que aún tienen sobre los individuos, y sobre los pueblos.
*El mundo libre tiene que valorar el rumbo simbólico (regresivo, involutivo) que tomaría la humanidad en el caso de un definitivo triunfo del islam en todo el planeta. ¿Es deseable tal cosa, es temible? ¿Para quién?
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Hasta la próxima,
Manu




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