Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

lunes, 23 de noviembre de 2009

10) 'Cómo los europeos perdieron Europa'

‘Cómo los europeos perdieron Europa’

Manu Rodríguez. Desde Europa. 22/11/09

*

*La batalla de Europa se pierde. La perdemos. La concesión de la nacionalidad y el voto a estos emigrantes asiáticos y africanos fue el remate en la cadena de errores cometidos por nuestros políticos con respecto a esta población extranjera que nos inunda desde hace decenios. No sé si soportaremos a estos musulmanes extranjeros en nuestros ayuntamientos, en nuestros parlamentos, en nuestros gobiernos. Mandando en nuestra casa. Estos extranjeros en cuyos países de origen nosotros, los europeos, no tendríamos ni la menor oportunidad política, y viviríamos, probablemente, como ‘dimmis’. Es lo que nos espera en nuestra propia casa, en nuestro propio hogar, aquí, en Europa. Los partidos islámicos arrasarán en su momento. Perderemos Europa democráticamente. No habrá nada más absurdo en la historia de la humanidad. Seremos el hazmerreir del planeta durante milenios. ‘Cómo los europeos perdieron Europa’.
Los líderes de los países musulmanes ya se felicitan, se congratulan de la bonanza. Están exultantes. Atiéndase a sus observaciones acerca de la situación del islam en Europa. Lo fácil que les está resultando. Un tigre de papel. Ya se frotan las manos.
Los europeos perderemos Europa para siempre.
La única medida, la única salida, la única solución que nos queda es la expulsión de Europa de esta masa de musulmanes asiáticos y africanos. Expulsar, e impedir la entrada. La única salida para detener nuestra destrucción, la destrucción de Europa. Es, o ellos, o nosotros. Hasta que los europeos no vean esto claro, la cosa no tendrá visos de solución.
El tiempo corre a su favor, a favor del islam. No encuentran resistencia alguna. Avanzan y avanzan por doquier. Cada día más numerosos, cada día más poderosos. Aquí, en nuestras tierras. Una ofensiva ‘pacifica’. De momento.
Tendríamos que empezar a actuar desde ya. Lo primero es privarlos de la nacionalidad y del derecho al voto. Nada de reagrupamientos familiares, estancias limitadas. Expulsión de los elementos indeseables. Desparasitarnos desde ya.
Si nada hacemos, perderemos. Eso está claro. Si no tomamos medidas. Es sólo cuestión de tiempo.
Tiempos malos, muy malos, nos vienen a nosotros, los europeos. Vientos terribles soplan. Vientos de guerra, de destrucción y muerte. Son los vientos de Surt. Es la batalla de Europa. Europeo, te juegas tu destino, ser o no ser.
¡Ay, europeo, despabila, yérguete! Hazte cargo de la situación. Enfréntate. No quieras no mirar lo que pasa. Toma partido, ocupa tu puesto. Es una batalla histórica, es una batalla mítica. En la tierra y en los cielos. Que sea ‘cómo los europeos no perdieron Europa’.
Nuestra Europa, la Europa de los europeos milenarios. Milenios entretejidos con la flora, con la fauna, con el clima, con el agua, con el aire, con la luz. Hombres y mujeres. Generaciones. Culturas. Esta tierra sagrada nuestra. Estos cielos nuestros. Lo perderemos todo.
La única gesta que se está realizando ahora es la que llevan a cabo los asiáticos y africanos que invaden y conquistan Europa ‘pacíficamente’. Ellos cantarán su epopeya dentro de algunos siglos. Cómo conquistaron Europa, cómo se hicieron con Europa.
La Europa europea desaparecerá. Desapareceremos. No seremos nunca más. La muerte y el olvido caerán sobre todos nosotros. No retornará Balder, ni Arturo. Nuestras culturas quedaran truncadas, inacabadas, incompletas, a medio terminar. Enterradas, olvidadas, idas para siempre.
Europa no podrá resurgir de esta derrota. Será nuestro último avatar. Sin tierra, y sin memoria. No se cantarán nuestras gestas, ni nuestros logros. Somos ya un pueblo sin futuro. Derrotados de antemano. Canto el fin, quizás. Éste es el fin. El fin de Europa.
La nueva Europa que emergía. La joven, la renovada Europa. Truncada en plena juventud. No floreceremos nunca más. No daremos más frutos. Ésta es nuestra última primavera.
Canto de cisne todo lo que hagamos desde ya. Elegías. Endechas. Lamentaciones. El aire melancólico del fin.
Europeo, en tus manos está el pasado, el presente, y el futuro de Europa. De los europeos de las presentes (y futuras, muy pocas) generaciones depende el destino de Europa. En estos momentos Europa se juega su destino, ser o no ser.
En plena juventud, en plena aurora. Madurará, Europa. Pero madurará para contemplar con pesadumbre su ruina, su caída, su extinción; sus generaciones perdidas; su tiempo perdido. Cuando sea demasiado tarde. Para contemplar el fin. Lo que nos queda.
Ha de ser toda Europa la que tiene que ponerse en pie. La del norte y la del sur, la del este y la del oeste. Del Ártico al Mediterráneo, del Atlántico al Pacífico. Las naciones y los pueblos europeos. Todos. El pueblo de Europa se enfrenta a la muchedumbre musulmana extranjera que la invade. ¡Fuera de aquí! Generaciones airadas necesitamos. Conscientes del peligro, de la situación; bien informados. Decididos. Firmes. Toda Europa.
Es una pesadilla lo que vivimos, es la pesadilla de Balder. Por segunda vez. La palabra de Balder sigue sin surtir efecto. Las voces que avisan aquí y allá. Nadie les presta atención. Nada se hace.
Qué pocos los que escuchan, los que miran, los que ven. Qué pocos los avisados, qué poca la luz. Es el fin. Será nuestro último crepúsculo.
Cuanta oscuridad ya, cuanto frio.
*Los ‘buenos’ europeos. Los que no oponen resistencia en virtud de sus principios democráticos y humanitarios. No son ‘buenos’, son estúpidos. Bobos, necios, tontos útiles. Y así los considera el mismo islam. Ocurrencias como la ‘alianza de civilizaciones’. Propias de la ignorancia y de la estultez (con ‘z’ de Zapatero).
Lo bueno, ahora, lo que nos viene bien ahora, es la resistencia. Lo bueno sería que toda Europa se uniese frente a esta disolución, a esta desnaturalización de nuestro amado continente. Nuestra patria milenaria. Lo malo es que no lo haga, y que no haya visos de que vaya a hacerlo. Lo bueno para Europa, y lo malo para Europa. Los buenos y los malos europeos son aquellos cuya acción redunda en beneficio o en perjuicio, respectivamente, para Europa.
Así como una manzana es buena para nuestra salud. Nos viene bien, nos hace bien. Nos hace más fuertes, más sanos. Hay también lo que nos nace mal, nos hace daño; es malo. La bondad y la maldad de las cosas y sucesos. Con respecto a nosotros. Aquí está la medida de la bondad. Lo bueno y lo malo, aquí, y ahora. No un ‘nosotros’ universal (urbi et orbe), sino un ‘nosotros’ local, relativo a un pueblo.
La ‘bondad’ y la ‘maldad’, pues, son relativas. El comportamiento bueno y el comportamiento malo. Lo que es bueno para la propagación del islam en Europa es malo para los europeos, simplemente. Cualquier comportamiento (por parte de los europeos) que coadyuve a esta propagación, es malo (para nosotros los europeos). Aquí no caben las ‘buenas intenciones’, o la abstracta ‘bondad’. Aquí importa la acción, y el resultado de la acción. Si favorece o no favorece, si hace bien, o hace mal (a nuestra salud, a nuestro pueblo, a Europa). A corto, a medio, a largo plazo.
No pueden pasar por ‘buenos’ aquellos que contribuyen a nuestra destrucción, a nuestra desaparición. Todos los que favorecen la expansión del islam (ideológica y demográfica) en nuestra Europa. Que no sólo no ponen freno sino que facilitan la entrada y el asentamiento de esta muchedumbre de asiáticos y africanos. Es una pésima actuación para Europa. Nos arrepentiremos de este período.
La ‘bondad’ universal, abstracta, hipócrita, fea. La no-bondad. La que trae malas consecuencias. La que hace mal.
Es una ignorancia esencial. No deberíamos tener ni siquiera dudas al respecto. Lo que nos viene bien, lo que nos viene mal.
Es un hechizo, un encantamiento, lo que padecen los europeos en estos momentos. Hechizo verbal, lingüístico, ideológico. Palabras le confunden y le detienen.
¿Quieren los europeos perder Europa? La desnaturalización de Europa; después de milenios. Desaparecerá la Europa europea. ¿No les preocupa a los europeos tal cosa?
Entre la ceguera, la maldad, y la negligencia, la perdemos. Perdemos Europa, amigo, hermano, europeo. Es una lenta agonía lo que vivimos. Un lento crepúsculo.
¿Cómo mirar impávido la caída, la ruina de un continente? La ruina de nuestra propia casa. Lo que nos queda. Asistir a nuestra propia extinción. Las últimas generaciones de europeos. Nos hundimos en las tinieblas y en el olvido. No habrá ya ningún mañana para nosotros.
*De momento, ‘compartir’ Europa con esta muchedumbre de musulmanes extranjeros. La intervención de estos en nuestros problemas sociales, culturales, económicos, militares, políticos, sanitarios… Estos recién llegados. Hablando de nuestras cosas. De nuestras cosas milenarias y centenarias. Interviniendo en nuestras vidas. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Cómo se les consiente? ¿Cómo lo permitimos?
Sin duda que carecemos de dignidad. Con la nacionalidad adquirieron nuestros derechos. Derechos que han costado a nuestros inmediatos antecesores (y a muchos de nosotros) sangre, sudor, y lágrimas. Malbaratamos la hacienda. Menospreciamos el esfuerzo de nuestros antepasados. Ponemos en peligro nuestra cultura política, nuestro ámbito cultural todo. Lo logrado, lo alcanzado.
Ahora pueden opinar, e incluso dirigir nuestro destino. ¿Cómo…? ¿Por qué?
Es una pesadilla lo que vivimos. Es el comienzo del fin. Por lo demás, este exceso de población (en su gran mayoría no productiva y extrayendo dinero del Estado) colapsará económicamente a Europa, y nuestros proyectos de futuro. Hundirá a Europa, el proyecto europeo; volverá a fragmentarse, y ya con componentes no europeos. Los pequeños países escasamente poblados peligran. Perderemos zonas de Europa. Éste es nuestro futuro inmediato. El que vivirán nuestros hijos y nietos.
Nuestro futuro se ha complicado irreversiblemente. Tenemos que enfrentarnos a este reto, y resolverlo. Y tenemos que resolverlo a nuestro favor.
Si nada hacemos, a la larga nuestra situación (la de nuestros herederos) se tornará insoportable. Europa irá pasando gradualmente a manos de estos extranjeros. En cuanto sean mayoría en un país lo islamizarán absolutamente. Podrían fragmentar incluso países seculares (como Francia). Los restos de población autóctona que queden tendrán que emigrar, o someterse a la condición de ‘dimmi’, o islamizarse. Ésta es la Europa que les dejamos a nuestros descendientes.
Podríamos imaginar ya nuestra Europa medio islamizada, medio perdida. Nuestro inmediato futuro. Lo que acaecerá de seguro, si nada hacemos.
Dadas las circunstancias actuales, es nuestro futuro más probable. La ignorancia, la indiferencia, la confusión –los ‘buenos’. Estos son los más. Sólo una minoría clama. Es una ridícula minoría la de los europeos conscientes del peligro. Los que abiertamente luchan contra la islamización de Europa, ante la pérdida de Europa. Una minoría activa. Apenas nada para apagar los fuegos de Surt.
Si bien aún estamos a tiempo para revertir la situación, si persisten las actitudes actuales de indiferencia y demás entre los europeos autóctonos, perderemos irreversiblemente Europa.
*El problema radica en las ideologías universales. El ‘universalismo’ (religioso o político) es el problema. El islam es la más virulenta de estas ideologías universalistas. Si no destruimos el islam, el islam nos destruirá a nosotros. Y con el ‘nosotros’ me refiero ahora a todos los pueblos y culturas del planeta.
Se trata de una ‘guerra’ universal contra el islam. Este monstruo se ha despertado con hambre de pueblos y naciones. Todos los pueblos y culturas peligran con este islam militante que se extiende por todos los rincones del planeta. Es la tercera oleada del islam, como dicen.
Europa, con todo, se pierde. Demasiado contaminada, demasiado infectada. Ya ha perdido su pureza arcaica. Los europeos milenarios serán una porción minoritaria de la población de esta Eurabia que se nos avecina, que se nos impone.
¿Dónde iremos, qué nos unirá en el futuro? Nos destrozarán incluso como pueblo. No seremos.
Ésta es la amargura de Juliano, y de Libanio. De aquellos pocos que clamaron cuando la paulatina cristianización. Cuando se perdieron los cielos. Aquel primer embate de Surt que consiguió acabar con nuestros mundos. Hoy viene además por nuestras tierras, por nuestras casas, por nuestro hogar.
Perdemos nuestro hogar milenario, no perdamos los cielos. Conservemos nuestros cielos europeos, nuestros mundos. Germanos, eslavos, celtas, baltos, griegos… Conservemos el genio de Europa.
Hemos de seguir siendo europeos aun en el exilio. La nave Europa, la Europa europea, la Europa gentil. Mantener el nexo con nuestro pasado milenario. Nuestra cultura común será nuestra religión. Jamás perderemos nuestro ser simbólico europeo.
Vayamos donde vayamos, Europa será por siempre, para nosotros, un nombre sagrado. Madre Europa. Dea Europa.






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